Ir al contenido principal

Día 6

No voy a excusarme. Sólo diré que esperaba que esto fuera distinto y que, si empiezo tan pronto a incumplir la única premisa que me impuse (tan sencilla como "escribir, no importa qué, mientras sea todos los días"), no sé dónde puede terminar todo.
Ayer hablé con Natacha. Le conté de esta música de ascensores y me dijo, sonriendo mucho, que le parecía una gran idea. Eso me hizo sentir bien y pensar que estoy en el camino correcto. Sí, eso: I'm on the right way. Sólo tengo que disciplinarme. No será fácil (te conozco, Juan), pero lo haré. Sé que sí. Y espero que esto tome vuelo pronto, porque los blogs autobiográficos son lo menos (cuando no se posee una vida memorable).
Mi única certeza que aún me gusta la forma que tengo de enhebrar palabras.

Comentarios

gerund ha dicho que…
hay una serie de coincidencias entre creepy y austerianas en este blog (que no voy a comentar, porque al fin y al cabo si tu blog es personal no tienen por qué serlo mis posts (además de que sería asquerosamente redundante o algo así).

sólo te voy a decir que te fijes el dibujito de vf que hice el viernes pasado, que pensaba publicar next week, pero que tomo esto como una señal y va mañana.

por otra parte, felicitaciones =)
decime si puedo seguir volviendo o si voy a ser una horrible invasora...
gerund ha dicho que…
señor corrector, señor corrector, donde hay un paréntesis de más, iba una coma!!


perdón!!
Juan Solo ha dicho que…
Querida, querida Gerund, ¡qué bueno es verte por acá! No te convidaré un té porque no hay, ni siquiera te invitaré a pasar; sólo quiero que sepas que podés comentar lo que quieras y volver cuando así lo desees.
Lo del paréntesis díscolo se te perdona: al fin y al cabo, sólo sos una traductora :)
Eso sí, ¡quiero que me cuentes esa serie de coincidencias entre creepy y austerianas!

Entradas populares de este blog

Día 36

Hubo tres días en los que no existí. Durante tres días solo fui una sombra o un reflejo, un silencio o un zumbido, apenas unos pasos sordos en veredas atestadas de gente y calles desbordantes de metal y motores, una voz audible solo para ciertos mozos, para alguna cajera de supermercado, para la farmacéutica, la psiquiatra y dos o tres personas más del otro lado del teléfono. Hubo una videollamada, también; An puede dar fe de que no me disolví del todo.  A lo largo de esos días traduje, dormí con mayor o menor suerte, leí y caminé. Subí y bajé de colectivos y subtes también.  Y escribí un diario; una pequeñez que volvió a ponerme en contacto conmigo y con las palabras que se me salen, que se escapan atolondradas y a las que apenas dedico alguna caricia torpe, un poquito de orden. Pero, eso sí, no tengo que dejar que se me pierdan. Porque son la llave que abre mi interior. Si un día las pierdo, quedaré cerrado y seco por dentro para siempre.

Día 10

Es imposible. Me acuerdo de Los Imposibles, es imposible, yo soy imposible, todo es imposible. Pucha que soy duro. No hay manera de plantearme algo y llevarlo a cabo, no puedo esperar nada de mí. Mi deseo más largo duró 2 minutos, mi fuerza de voluntad apenas sobrepasa los 20 gramos, no puedo escribir ni aun queriendo hacerlo (sus ojos se cerraron y el mundo sigue andando). No soy un escritor respetable, ni responsable, ni siquiera tolerable. No soy decente ni respetuoso ni tenaz. ¿Cómo se puede no ser nada?

Día 11

Once días, ya; once días y ningún párrafo rescatable. Supongo que este proyecto va a funcionar en algún momento. Tiene que funcionar: es mi última esperanza. O no, no sé si la última, pero sí la única. Por ahora, al menos. Pero me siento tan poco escritor últimamente. Sé que tengo la capacidad de escribir y soy consciente de que lo hago más o menos bien, con buen gusto y, cada tanto, algún hallazgo, algún momento brillante. Las palabras me divierten, me llevo bien con ellas y me gusta jugar a enhebrarlas como un artesano. El problema es otro. Creo que el corrector está ganándole al escritor. Espero que sea algo momentáneo, pero la verdad es que no puedo evitar la mirada crítica, no puedo sortear ese don espantoso que me obliga a ver los defectos en cada cosa escrita. (Anoche, sin ir más lejos, me indigné leyendo una caja de filtros Melitta.) Y no estoy seguro, pero se me ocurre que eso debe cargarme de miedo, de muerte (son la misma cosa), de respeto por las palabras, de rigidez. Ahor