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Día 1

Aviso a quien llegue: este blog no pretende absolutamente nada. No hace falta que lea, comente ni se quede. Nadie controlará sus visitas (en este caso, Statcounter no es mi amigo). Haga lo que quiera hacer o siga con su camino. Y, si decide quedarse, sepa que pocas veces será tenido en cuenta: este es apenas un lugar para ejercitarme, un campo de pruebas devastado en el que intentaré recuperar al escritor que alguna vez nadó dentro de mí y que se ahogó, creo, en pos de placeres y estabilidad. Con la conformidad llegó el vacío y la falta de preguntas para hacerme; y sin preguntas no hay respuestas, se sabe. Y no quiero eso.
Ante el riesgo de convertirme en un burgués satisfecho en bata y pantuflas, elijo gritar. Los motivos llegarán después. Ya llegarán.
Si alguien quiere presenciar el proceso que me llevará de ser Gregor Samsa a volverme cucaracha otra vez, bienvenido sea.

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Día 24

Hace ya varios días que tengo ganas de escribir. Leyendo a cierto escritor —cuyo nombre no mencionaré para no ser tomado por soberbio—, sentí que yo podría redactar algo mejor. Pero no lo hice. Paseando por blogs de amigos y conocidos que nunca pararon, extrañé aquellos tiempos en los que me sentía parte de algo, de una especie de "comunidad" en la que nos reconocíamos por la manera en que plantábamos las palabras en la pantalla, en la hoja de papel imaginaria, y más o menos nos admirábamos por eso. Y quise retomar ese camino. Pero no me sale. Como siempre, la primera opción es esta. Tirar algo acá, en este blog remoto, y ver si germina. Ojalá que sí.

Día 41

Escribí un par de pavadas en Jardín de instantes . Después de ¡once! años. La noticia no es que hayan sido textos sobresalientes ( spoiler : no lo son); lo sobresaliente es la sensación que los acompañó, lo que llegó con su escritura, algo parecido a la certeza de que ese espacio —y este, por tanto— son míos, a que puedo ir allá o venir acá a retozar con las palabras cuando la rigidez de mi trabajo (con otras palabras) lo haga recomendable, cuando la falta de fe se quiera imponer, cuando los sentimientos negativos copen la parada. Todavía soy este, o puedo serlo también, y no tengo por qué rendirme.

Día 35

Tal vez deba ser sincero conmigo y aceptar que no puedo escribir todos los días. Paso demasiadas horas diarias escribiendo y leyendo en este monitor y con este teclado. Es mi trabajo. A veces, al fin de la jornada sencillamente no tengo reservas de energía para crear. Con eso aclarado (o sincerado , como se usa ahora, con su connotación negativa incluida), quizás el compromiso deba ser escribir seguido, nomás. La otra opción, la de hacerlo todos los días a como dé lugar, termina siendo nefasta para alguien tan crítico, minucioso o, digámoslo, hinchapelotas y quisquilloso. Escribo cosas para cumplir y, aunque me satisface poder sostener el ritual, me molesta casi todo lo demás, incluso el hecho de tener que escribir para cumplir. No me gusta cumplir, de hecho. Cualquier compromiso me pesa y busco el área gris en toda reglamentación. Sea: puedo ser confiable y cumplo cuando debo hacerlo, pero no me gusta. Es así a la larga o a la corta. Es curioso lo que sale al escribir: nunca había ...