Ir al contenido principal

Día 9

No me importa ser repetitivo: en mi cabeza hay apenas dos o tres conceptos, matándose por un poco de atención. Tampoco me importa clarificarlos. Ni escribirlos.
Algo de lo que estoy seguro es que mi trabajo actual es el mejor del mundo. Es lo que siempre quise hacer y, tras una caterva de ocupaciones infames, un periodo dilatadísimo en la fábrica y el atisbo del diario, me enorgullece haberlo obtenido. Y tengo la secreta convicción de que soy bueno en lo que hago, que lo haré durante mucho tiempo y me llenaré de reconocimiento, prestigio, seguridad y dinero. Hoy, por lo menos, estoy seguro de eso.
El problema del corrector es que debe ser infalible. Los textos pueden haber sido redactados por un manatí y entregados en cualquier orden; las traductoras, ostentar un notorio desconocimiento del idioma español sumado a la carencia absoluta de criterio y los diseñadores, oh, ellos: son incapaces de resolver nada (y está prohibido tocar las cajas de texto, porque son su obra magna y, como tal, no pueden modificarse). Pero el corrector es la instancia final y, como dueño de la verdad, debe subsanar los errores de todos los demás. El corrector es un dios editorial en un mundo de agnósticos.
A mí, no equivocarme nunca me resulta muy cansador. Y después me pasa esto, de sentarme a escribir y que no salga nada. Tengo todas las letras amordazadas.

Comentarios

gerund ha dicho que…
Lo de las traductoras sin criterio es terrible. La peor pesadilla de un corrector.

:o)
Grock ha dicho que…
es siempre más fácil corregir que inventar.
Eso tenlo siempre en cuenta.

Entradas populares de este blog

Día 40

Tengo que hacer tiempo y, claro, escribo. Porque escribir es siempre una solución. Aunque no conduzca a nada, como en este caso, como casi siempre, yo arranco. Porque puedo y porque quiero, y porque es lo mío. Qué me importa lo demás. Es casi como los documentos de Word que llenaba sin parar mientras esperaba que se terminase de descargar el Football Manager o que llegara la moto con la comida o que el pocero terminase la perforación y me llamara para explicarme cosas, exagerar, pavonearse y cobrar. Lo que hacen todos, bah. En esos documentos, yo escribía a pata suelta (¿?) sobre libros, jugadores de fútbol, vetas subterráneas o lo que fuera; una cosa se encadenaba con la otra, que se enlazaba con la siguiente, que se unía a la próxima, y así, el texto fluía para, finalmente, existir. Yo le daba vida y le regalaba la libertad de vivirla como él prefiriese (de modo inútil casi siempre). Ahora se cortó la internet; quién sabe si estas letras verán la luz. Yo sigo haciendo tiempo, presion

Día 7

Tengo muchas cosas que hacer. Entre las que se relacionan con escribir puedo mencionar: a) carta y mail a Ceci; b) carta y mail a Ana; c) mail a Mara; d) artículo para Comiqueando ; e) artículo para Sudestada ; f) artículo para La secta violeta ; g) resurrección de blogs anteriores; h) todo. Tengo muchas cosas que hacer. Caliento un café y me decido por todo aquello que no está en la lista.

Día 6

No voy a excusarme. Sólo diré que esperaba que esto fuera distinto y que, si empiezo tan pronto a incumplir la única premisa que me impuse (tan sencilla como "escribir, no importa qué, mientras sea todos los días"), no sé dónde puede terminar todo. Ayer hablé con Natacha. Le conté de esta música de ascensores y me dijo, sonriendo mucho, que le parecía una gran idea. Eso me hizo sentir bien y pensar que estoy en el camino correcto. Sí, eso: I'm on the right way . Sólo tengo que disciplinarme. No será fácil (te conozco, Juan), pero lo haré. Sé que sí. Y espero que esto tome vuelo pronto, porque los blogs autobiográficos son lo menos (cuando no se posee una vida memorable). Mi única certeza que aún me gusta la forma que tengo de enhebrar palabras.