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Día 11

Once días, ya; once días y ningún párrafo rescatable.
Supongo que este proyecto va a funcionar en algún momento. Tiene que funcionar: es mi última esperanza. O no, no sé si la última, pero sí la única. Por ahora, al menos.
Pero me siento tan poco escritor últimamente. Sé que tengo la capacidad de escribir y soy consciente de que lo hago más o menos bien, con buen gusto y, cada tanto, algún hallazgo, algún momento brillante. Las palabras me divierten, me llevo bien con ellas y me gusta jugar a enhebrarlas como un artesano. El problema es otro.
Creo que el corrector está ganándole al escritor. Espero que sea algo momentáneo, pero la verdad es que no puedo evitar la mirada crítica, no puedo sortear ese don espantoso que me obliga a ver los defectos en cada cosa escrita. (Anoche, sin ir más lejos, me indigné leyendo una caja de filtros Melitta.) Y no estoy seguro, pero se me ocurre que eso debe cargarme de miedo, de muerte (son la misma cosa), de respeto por las palabras, de rigidez. Ahora que lo pienso, debo estar atiborrado de todo eso. Amordazado. Maniatado. "Maniatado" vendría a ser algo así como "con las manos atadas"; a lo mejor, debería intentar escribir con los pies. En una de ésas, el hecho de saberme un fenómeno de circo me libera de la responsabilidad sobre la escritura.

Comentarios

gerund ha dicho que…
che, horriblemente bueno, esto.

eso de la correción... como nos persigue. a mí no me pasa con todo, pero hay cosas sonsas que me ponen mal mal mal. y hay gente que se desespera por la arbitraria falta de acentos en los carteles...

je

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Día 40

Tengo que hacer tiempo y, claro, escribo. Porque escribir es siempre una solución. Aunque no conduzca a nada, como en este caso, como casi siempre, yo arranco. Porque puedo y porque quiero, y porque es lo mío. Qué me importa lo demás. Es casi como los documentos de Word que llenaba sin parar mientras esperaba que se terminase de descargar el Football Manager o que llegara la moto con la comida o que el pocero terminase la perforación y me llamara para explicarme cosas, exagerar, pavonearse y cobrar. Lo que hacen todos, bah. En esos documentos, yo escribía a pata suelta (¿?) sobre libros, jugadores de fútbol, vetas subterráneas o lo que fuera; una cosa se encadenaba con la otra, que se enlazaba con la siguiente, que se unía a la próxima, y así, el texto fluía para, finalmente, existir. Yo le daba vida y le regalaba la libertad de vivirla como él prefiriese (de modo inútil casi siempre). Ahora se cortó la internet; quién sabe si estas letras verán la luz. Yo sigo haciendo tiempo, presion

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