En algún punto, es natural.
Es decir, si me paso el fin de semana entero (y algunos de los días previos) trabajando en este mismo proyecto, escudriñando textos en portugués y corrigiendo la grosera tarea de diseñadores desganados; si la madrugada me encuentra sentado en esta silla, ante este monitor, junto a una exánime taza con restos de café; si me despierto calculando cuántos módulos debería corregir para no atrasarme (o para estar tranquilo o para impresionar a mis jefes o para destruir a mis compañeros abocados a lo mismo, según mis ánimos matinales); si he rescatado al cronómetro que tanto hizo por mí el año pasado; en fin, si todo es así, ¿cómo no voy a estar disperso?
Acá estoy, entonces. Tomándome un recreo de mí mismo. Con ganas de cantar a los gritos, de bailar sin que nadie me vea, de saltar en la cama, de leer historietas.
Hola, Juan. ¡Qué bueno verte! ¡Qué gusto, che! ¿En qué andás? ¿Qué te trae por acá? ¿Cómo? Pibe, ¡andá a trabajar! Sos corrector, viejo, cómo le das tantas vueltas. ¿Te acordás cuando trabajabas en la fábrica? ¿Te acordás que tomabas el tren a Morón ida y vuelta todos los días? ¿Te acordás? ¿Sí? Entonces dejate de joder. Hermano, ¡te pagan por leer! ¡Tenés el mejor trabajo del mundo!
Tengo el mejor trabajo del mundo. Buenas tardes.
Tengo el mejor trabajo del mundo. Buenas tardes.
Comentarios
El primer mejor trabajo es el de lector de una editorial!
Y no es un mito...hay algunas editoriales que todavía tienen.
Saludos!