Hoy me toca escribir en el blog compartido y aportar lo mío para la continuación de una buena historia. Y puedo hacerlo, y lo voy a hacer.
El compromiso implícito conmigo mismo era escribir acá cuando no lo hiciese allá. Sin embargo, acá estoy, de nuevo, en este ascensor vacío y polvoriento con el espejo ennegrecido y rajado, un papel amarillento y manoseado fijo a uno de los lados detrás de un plástico ya opaco mientras me acuna un ruido de los mil demonios, gárgaras de hormigón, producto del movimiento entre pisos con la velocidad desesperante de un caracol de río que avanza contra la corriente.
Estoy acá, entonces, y en un rato estaré allá. Hoy puedo escribirlo todo.
El compromiso implícito conmigo mismo era escribir acá cuando no lo hiciese allá. Sin embargo, acá estoy, de nuevo, en este ascensor vacío y polvoriento con el espejo ennegrecido y rajado, un papel amarillento y manoseado fijo a uno de los lados detrás de un plástico ya opaco mientras me acuna un ruido de los mil demonios, gárgaras de hormigón, producto del movimiento entre pisos con la velocidad desesperante de un caracol de río que avanza contra la corriente.
Estoy acá, entonces, y en un rato estaré allá. Hoy puedo escribirlo todo.
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