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Día 15

Anoche hice otra suplencia en el diario.
Nuevamente me tocó cubrir a Sebas; una vez más me sumergí, entre humo y café, en esa redacción que tanto me gusta. Porque el diario tiene algo que no se puede hallar en mi aséptico trabajo de todos los días, tiene mística, tiene vida, respira y late y hay que negociar con él. No se puede corregir nada así sin más; hay que ponerse de acuerdo antes. Cada artículo tiene razón de ser; cada volanta, copete o epígrafe, lo mismo. La realidad muerde y, en esa carrera vertiginosa contra el tiempo, me siento valiente tratando de domar un texto salvaje, duro, incómodo e inmediato, y constantemente pienso en Roberto Arlt en la redacción de El Mundo y lo siento un poco compañero mío.
Pero no quisiera irme sin dejar constancia de mi mayor triunfo de anoche (a fin de cuentas, la razón por la que abrí esta ventanita y empecé a escribir):
Según contó su esposa, Sandra Cozzo, a los periodistas en la puerta del sanatorio Fleni de Belgrano, Rivas "mueve los músculos de la cara, los labios y los masticadores, pero esto lo cansa mucho". "Recepciona (sic) todo lo que le decimos y hemos establecido un sistema de comunicación en el que él nos contesta con los párpados", añadió la mujer.
Más allá de la redacción en sí –que deja bastante que desear y no pudo ser corregida exhaustivamente debido a la proximidad de la hora de cierre–, el gusto de haber plantado ese "(sic)" en medio del texto no me lo quita nadie. ¡Nadie!

Comentarios

Subjuntivo ha dicho que…
Pensé en Roberto a la altura de "humo y café".


S.

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