Ir al contenido principal

Día 12

Estoy en la oficina. Hay trabajo por hacer pero no es tanto y, siendo rondado por un indescriptible malestar, me quedo paralizado. O no, pero casi.
Me preocupa que aún no hayamos solucionado el tema de mi continuidad laboral. No es grave y sé que llegaremos a un acuerdo pero, mientras tanto, eso contamina algo que nunca debió haberse manchado. Y repercute en mi productividad, en la cantidad de palabras leídas por minuto, en mi relación con las letras en general y en la eterna pelea entre mi concentración y mis ganas de irme a dar vueltas por el microcentro lluvioso.
Sin ningún sentido, además.
Pero acaba de llamarme al celular la mamá de mi novia. Quería preguntarme qué tipo de letra es la bastardilla y, al pensar en mí para evacuar esa duda, me dio unos minutos más de entereza. El corrector resiste.

Comentarios

Ana ha dicho que…
agradecé que no te preguntó por la italics porque, en ese caso, sería el castellano el que no está resistiendo los embates del inglés.
Anónimo ha dicho que…
Precisamente: creo que hubiera sabido el significado de italic...

Entradas populares de este blog

Día 24

Hace ya varios días que tengo ganas de escribir. Leyendo a cierto escritor —cuyo nombre no mencionaré para no ser tomado por soberbio—, sentí que yo podría redactar algo mejor. Pero no lo hice. Paseando por blogs de amigos y conocidos que nunca pararon, extrañé aquellos tiempos en los que me sentía parte de algo, de una especie de "comunidad" en la que nos reconocíamos por la manera en que plantábamos las palabras en la pantalla, en la hoja de papel imaginaria, y más o menos nos admirábamos por eso. Y quise retomar ese camino. Pero no me sale. Como siempre, la primera opción es esta. Tirar algo acá, en este blog remoto, y ver si germina. Ojalá que sí.

Día 41

Escribí un par de pavadas en Jardín de instantes . Después de ¡once! años. La noticia no es que hayan sido textos sobresalientes ( spoiler : no lo son); lo sobresaliente es la sensación que los acompañó, lo que llegó con su escritura, algo parecido a la certeza de que ese espacio —y este, por tanto— son míos, a que puedo ir allá o venir acá a retozar con las palabras cuando la rigidez de mi trabajo (con otras palabras) lo haga recomendable, cuando la falta de fe se quiera imponer, cuando los sentimientos negativos copen la parada. Todavía soy este, o puedo serlo también, y no tengo por qué rendirme.

Día 35

Tal vez deba ser sincero conmigo y aceptar que no puedo escribir todos los días. Paso demasiadas horas diarias escribiendo y leyendo en este monitor y con este teclado. Es mi trabajo. A veces, al fin de la jornada sencillamente no tengo reservas de energía para crear. Con eso aclarado (o sincerado , como se usa ahora, con su connotación negativa incluida), quizás el compromiso deba ser escribir seguido, nomás. La otra opción, la de hacerlo todos los días a como dé lugar, termina siendo nefasta para alguien tan crítico, minucioso o, digámoslo, hinchapelotas y quisquilloso. Escribo cosas para cumplir y, aunque me satisface poder sostener el ritual, me molesta casi todo lo demás, incluso el hecho de tener que escribir para cumplir. No me gusta cumplir, de hecho. Cualquier compromiso me pesa y busco el área gris en toda reglamentación. Sea: puedo ser confiable y cumplo cuando debo hacerlo, pero no me gusta. Es así a la larga o a la corta. Es curioso lo que sale al escribir: nunca había ...