Llegué de mi sesión de terapia más apaleado que de costumbre. Alcancé a dejar el morral sobre una silla y saludé en voz alta a los gatos, que estos días de calor se dejan ver poco pero sé que están. Tenía ganas de tocar la guitarra, de componer, de agarrar el piano, de hacer algo que me hiciera sentir especial por unos instantes; tenía ganas de ponerme en contacto con mi lado brillante. Entonces vi que titilaba la lucecita roja del contestador y, mientras mi dedo pulsaba el botón para escuchar el mensaje nuevo, yo pensé en la voz de Horacio, llamándome desde la oficina para decirme que las últimas correcciones que subí esta tarde al FTP no se podían abrir, que estaban mal, o que estaban bien pero me mandaba más y estas sí eran urgentesparayamismo, o... No sé qué más llegué a pensar. La voz de una chica (rubia, lo puedo asegurar) dio por tierra con todo: me llamaba para concertar una entrevista laboral... para Infobae. No sé qué sentir. Mañana llamaré, pero hoy me siento en condiciones